29 de enero de 2010

Hablemos de esos días nublados

Ese golpe no fue precisamente de suerte, y lo sabes. -¿Por qué no me pides que me aleje?- pregunto.
Esa manera de sentir que aún no controlo hace que mis manos se hundan, que mis piernas se doblen; que toda yo me desarme cuando te siento. ¿Qué fui yo? Quizá, al final, hice que esto creciera, que tomara vida. Trate de volverme inmune al Sol, pero mi piel me pidió a gritos que no lo hiciera.
Admito que te pensaba más allá de los límites proporcionados, que te soñaba más de lo que dormía; jugué a volverme viento para envolverte, despeinarte. Pero ya me dí cuenta que ni viento, ni agua.. Ni siquiera brisa soy en tu utópico mundo. Ese placer tuyo radica en una sola cosa: parcialidad. Ese parentesco lejano, ese ente cibernético.. Eso sería todo.
Perdón si le doy vueltas al asunto o si me torno algo cursi pero.. Aún me sigue doliendo.
¿Qué si sentías lo mismo? Jajajaja. Dejé de preguntarmelo hace un par de días.
Coraje, tristeza, miedo, enojo, memorias, alegrías. Imagina todas ellas al unisono retumbando en mi cabeza. Solo sentí la tormenta que se aproximaba en mi rostro.
No se trata de la manera de enfrentarlo sino de huir. No entiendo porque a la gente le resulta tan difícil hablar, responder. Al menos yo me liberé; intento no ahorrarme explicaciones, comentarios. ¡Soy un poco paranoica, lo siento!
Gramos de locura me faltan. Pero estoy segura de que nadie, NADIE siente lo que yo siento por ti ahora.
Intentaré anteponer ese comentario antes de sonreirte al aire.. ¡Ah! ¡Aquellos días donde al viento le gustaba recorrer mi infante sonrisa!
¡Adiós a la maravilla que me salvaría!
Pero mejor... Hablemos de esos días nublados porque es más fácil.