3 de junio de 2011

Crónica de un asalto anunciado

- Disculpe, señorita.
-¿Si?
-Dispénseme usted, pero, ¿sabe donde puedo encontrar la avenida de los Pinos Suárez?- Agrega la mujer de aproximadamente un metro y medio, piel morena, cabello recogido, dientes faltantes y, esta vez, marcando aún más su acento provinciano. Me está hablando a mi.
-Es hacia allá, señora. Realmente no estoy muy segura, pero el metro Pino Suárez está en esa dirección; supongo que la avenida por la que me pregunta debe estar cercana a él.- Visiblemente el uso de palabras y carisma citadino han marcado una línea entre las dos.
-¡Ay, señorita! Es que verá: yo ando pregunte y pregunte y me traen de aquí pa' allá, de aquí pa' allá.. Unos me dicen que camine derecho y otros me regresan: yo ya no sé ni que hacer. ¿No conoce esta dirección?
La mujer saca un papel de su viejo delantal a cuadros, descocido. Lo tomo. Dice algo de la caja de cambio No. 12 y viene el nombre de un licenciado... Gonzalo. Quiero recordar.
Sin dirección e idea alguna de donde podría localizarse dicho lugar le devuelvo el papel con una sonrisa ¡Vaya manía que tengo de sonreírles a los deconocidos!- Disculpe señora, no sé donde está, pero insisto, quizá la avenida por la que me pregunta se encuentre de ese lado.

Al cabo de unos segundos somos tres.

Se nos ha unido un hombre mediano de entre unos cuarenta años. Su cabello ya pinta entre canoso, pero la gorra negra que trae lo cubre un poco. Sencillo: playera roja, pantalón de mezclilla.
El señor sabe donde es la dichosa avenida: tres calles derecho, una a la izquierda... No, no, entendí mal. Primero a la izquierda y luego camina a la derecha y... ¿Qué es eso? La señora nos muestra unos cheques y dice que no sabe donde cobralos. Son por $20, 000. ¡Qué no haría yo con ese dinero! En definitiva compraría los zapatos, y luego compraría mis lentes, mis amigos, ¡la fiesta! Claro, que todo eso no vino a mi mente en ese momento, más bien, una sorpresa y al mismo tiempo que el Don, recomendamos a la mujer guardar los valiosos papelitos. La ciudad no es segura. Vaya que no lo es.
Yo, sólo caminaba, miraba a las personas y trataba de encontrar un buen negocio donde pudiera pedir informes y entonces, quizá, me llegase a animar para darle duro al trabajo. El hombre tampoco tiene prisa y sabe como llegar, la mujer perdida en una gran ciudad: acompañémosla.
Un niño, diez años, con dos cheques aún más valiosos que los de su madre se ha quedado esperando a la mujer que al cabo de unas horas ha encontrado esperanza en la capital . -Pobre mujer, no debería estar confiando así en la gente. Que bueno que nos encontró. Nos toca hacer la obra de caridad del día.
- Sí, nos toca.

Tremendo escuincle travieso, su madre le dijo que no se moviera y, ¡canijo! No está.
-Patroncito, usted que ya se ve maduro y con mucha ventaja de mi patroncita que a leguas se le ve que está bien jovencita, ¿podría irme a cambiar mi dinero en lo que yo espero al chiquillo?

¿Patroncita YO? Jamás. Lo que hago lo hago porque estoy convencida de que necesitamos apoyarnos. Es triste que vivamos en una sociedad donde toda esa confianza de decir que no sabes algo o pedir ayuda sea nula. El señor acepta ir y nos deja su maletita donde cargaba su celular, sus joyas de trabajo, para darnos fe de que volvera. Yo la cargo y espero paciente con la señora.
Una historia pueblerina: el tío Alfonso se ha caido del caballo y se rompió la pierna. Vendieron sus tierras y él es quien viene a cobrar mes con mes. Convaleciente e inmóvil le ha dado a la sobrina y a su hija dichos cheques y quinientos pesos para que la mujer venga a la capital. Ella lo pierde todo al subirse al taxi de un despiadado que voló sin dar cambio alguno... -Que Dios te bendiga hija, que Dios te bendiga. Que bueno que los encontré a ustedes y aunque el señor ya es maduro, tu eres mujercita.

Siempre he creído que la bendición de un desconocido es una de las protecciones más grande que un mundo te pueda ofrecer... Siempre lo he creído y siempre lo creeré.

El señor llega unicamente con la mitad del dinero. El gerente dice que no puede dárselo todo: no vayamos a estar actuando de mala fe.
El niño no llega, la mujer dice que no puede ir y la unica solución paresco ser yo. Hay que hacer rutina y dejar las cosas en vía de legalidad: lo entiendo todo. Mi inconsciente sabe que debo rechazar el papel e irme pronto, pero la adrenalina cotidiana me lo impide. Abro mi mochilia y veo por última vez mi libreta de flores, el disco de ensayo, mi cartera de piel, el libro de mi acutual heroína, Isadora Duncan... Las llaves y los chocho (homeopáticos) que más adelante recordaré que dejé.
-¡Mis credenciales!-. Pienso rápido y pido sacarlas. Tengo oportunidad y saco un billete, allá voy.
Me dan un papel canjeable por la cantidad restante, y camino. Ruego estar equivocada y mucha protección. Doy la vuelta a las calles, hay una caja de cambio pero con el número 40. Esa no es.
Corro. Corro más. Tengo esperanza. Mentira, ya sé, ya lo sabía.
Vuelvo para darles la mala noticia de que no existe la dirección y ¡oh sorpresa! Como lo imaginaba: el niño debió estar muy perdido y fueron a buscarlo.

1 de junio de 2011

Me tienes en tus manos..

Me tienes en tus manos

y me lees lo mismo que un libro.

Sabes lo que yo ignoro

y me dices las cosas que no me digo.

Me aprendo en ti más que en mi mismo.

Eres como un milagro de todas horas,

como un dolor sin sitio.

Sino fueras mujer fueras mi amigo.

A veces quiero hablarte de mujeres

que a un lado tuyo persigo.

Eres como el perdón

y yo soy como tu hijo.

¿Qué buenos ojos tienes cuando estás conmigo?

¡Qué distante te haces y qué ausente

cuando a la soledad te sacrifico!

Dulce como tu nombre, como un higo,

me esperas en tu amor hasta que arribo.

Tú eres como mi casa,

eres como mi muerte, amor mío.

Jaime Sabines
Porque contigo quiero estar toda tarde,
todas las noches y todos los amaneceres.

¿Qué pasa cuando encuentras al "amor de tu vida"?

¿Dejas de buscar y esperas, o esperas buscándolo?

Es imposible que me digas que no lo sabes, porque yo lo sé. A eso me sabe este café y esta canción.
¡Mira, mira! Es una nave espacial. Yo digo.. Digo que escapemos ¿Quieres? Porque yo quiero, sólo si es contigo.

26 de abril de 2011

Vuélcate cien vidas, dale tres maromas al Big Bang y átate de manos con la Pangea.. ¿Crees en la eternidad?

22 de marzo de 2011

Si se vuelve, es para no irse.


En un país donde los medios electrónicos han tomado forma de caricias, abrazos, besos:donde se encuentra refugio para sonreir, o ya de plano, escribir unicamente una tremenda carcajada.
En un país donde hay jóvenes deseosos de salir, de aprender, de liberarse, de expresarse. Mismos que se dicen ser el futuro del propio; el mismo país que trabaja a diario para dar lo mejor de su persona.. El mismo país, el mismo.

¡Vivimos en el mismo paraiso escondido!

Es por eso que hoy, vuelvo al Blog. Gracias

9 de marzo de 2010

Hojas blancas

Comienzo a creer que no tengo talento para escribir. Tal vez para bailar o reir, pero no para escribir. Me da miedo; miedo de encontrar siempre una solución a mis problemas, miedo de un día agotar todas las palabras, de acabarme.

Puedo brincar la cuerda y desvelarme todos los días, anudar mis agujetas con una sola mano, llorar por nada... Pero no escribir porque, escribir implica pensar y sentir más allá, de concluir mis razones y plasmarlas; casualmente soy buena para pensar y aún más para sentir. Pero no para escribir.

Las hojas blancas me aterran, me pasman ¡Se imponen ante mi!

Las hojas blancas me vacían.

13 de febrero de 2010

Cuando te recuerdo

Y es que pensar en ti me hace llegar a un éxtasis que sabe a satisfacción, a lleno; porque no necesito factores que me hagan perderme. Solo tu imagen, tu voz.
Saber que sigues ahí, tan tú. Tan como me haces sonreir cuando te recuerdo.